De acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI), las proyecciones económicas para 2024 y 2025 indican un crecimiento mundial del 3,1% y 3,2%, respectivamente. Estas cifras son 0,2 puntos porcentuales superiores a las previsiones de octubre de 2023, gracias a una resiliencia mayor de lo esperado en Estados Unidos, en economías de mercados emergentes y en desarrollo, así como al estímulo fiscal en China. Sin embargo, las estimaciones para este período aún están por debajo del promedio histórico de 3,8% (2000–19) debido a tasas de interés elevadas, repliegue del apoyo fiscal y bajo crecimiento de la productividad.
Se espera que la inflación mundial disminuya a 5,8% en 2024 y a 4,4% en 2025, aunque existe una revisión a la baja para este último año. La desinflación y el crecimiento sólido reducen la probabilidad de un aterrizaje brusco, con riesgos equilibrados. Positivamente, una desinflación más rápida podría mejorar las condiciones financieras, pero una política fiscal excesivamente laxa podría generar crecimiento temporal con consecuencias posteriores costosas. Reformas estructurales y problemas como escaladas de precios de materias primas podrían tener impactos positivos o negativos.
A corto plazo, el FMI destaca el desafío de gestionar la inflación hacia la meta, ajustando la política monetaria y considerando la consolidación fiscal. A medida que la inflación disminuye y las economías se recuperan, se insta a prestar atención a la consolidación fiscal para restablecer la capacidad presupuestaria y abordar shocks futuros. Se sugiere la aplicación de reformas estructurales para impulsar la productividad y la sostenibilidad de la deuda. La eficiencia en la coordinación multilateral se considera crucial para resolver la deuda, evitar crisis por sobreendeudamiento y crear espacio para inversiones y mitigación del cambio climático.